Réquiem
(Lopez, 2014)
I
Mi silencio es extraño. Todo el tiempo está hablando hasta por los poros, es un volcán en reserva; esperando una chispa, un momento de impacto, un temblor, se ha congestionado, está herido por no tener espacio donde expresarse.
Es un silencio triste y solitario al que le cuesta salir fuera de casa, y ni imaginas cómo se pone en invierno; le crecen las barbas y se pone espinoso. Es pesado. Es como un gigante de piel oscura con un corazón de oro.
Muy pocas veces lo he visto llorar pero sé que cuando lo hace, inunda las calles del pueblo y atraviesa las raíces de la tierra hasta convertirse en lodo, y entonces ya nadie sabe si existe algún trozo de tierra firme.
Cuando es honesto y por fin se permite ser realmente silencio, se mueve torpemente, resbala y no le queda de otra que retirarse y dejar que su hermana -la voz dulce, tierna y encantadora- por fin salga de su encierro.
Ella tiene la edad de la tierra pero se cree una niña que apenas está aprendiendo a hablar. No hay manera de resistirse. Escucharla después de tanto tiempo de reserva es como un paseo en el bosque durante un día soleado.
II
Yo no sé en dónde estás tú abuelito, pero siento que casi siempre te encuentro en la sala jugando dominó con mi silencio. Y mi silencio nunca expresa nada. Mi silencio hace su mayor esfuerzo por no interrumpir tus pensamientos sabios y tu mirada siempre reflexiva.
No quiero creer que te llevaste solo el recuerdo de mi silencio abuelito. Quisiera que me recordaras siempre abrazándote y queriendo aliviar tus dolores amañados o poniendo mis manos frías entre las tuyas siempre dispuestas a enseñar.
III
Después de un año de tu partida, yo oro por tí abuelito. Después de un año de tu partida, yo te honro recordándote, expresándote mi cariño, excusándome por mis faltas, perdonando a mis familiares, abrazando a quienes te amaron en vida, porque sé que ellos también te extrañan y extrañan tu consejo.
Te agradezco haberme enseñado a amar y a reunir las piezas del rompecabezas. Te agradezco haberme dado una familia grande y generosa. Te agradezco haber sido paciente y comprensivo. Te agradezco haberme enseñado lo que significa hogar aún estando lejos de casa.
Te amo y te recuerdo inmensamente entre mis sueños y canciones inconclusas que de alguna manera siempre te encuentran en algún lugar para no angustiarse por tu partida.
Estoy contigo. Estamos contigo. Echamos de menos tus historias, tu mirada clara e inteligente.
Me voy a quedar hoy contigo conversando. Voy a olvidarme de todo lo que me angustia y me preocupa constantemente para dedicarte un momento de tranquilidad y paz, para hacerte saber que fuiste un gran padre, abuelo, hermano, tío y amigo.
Dios te dé el descanso eterno y que siempre brille para tí la luz perpetua.
Jimena
Canción: Réquiem
Album: Causas y azares
Autor: Silvio Rodríguez
Año: 1995